jueves, 25 de diciembre de 2008


DE LA MUERTE

Siempre me ha parecido una buena praxis eso de empezar por el principio, por lo tanto, empezaré por la muerte, que no es ni más ni menos que el principio de la otra vida, que bien en el cielo o en el infierno o en la nada, es eterna.
Esto de la otra vida o lo que sea, debe de ser una cosa bastante seria, porque… ¿han visto a alguien que entre en ella sonriendo? ¡Hasta los que mueren de risa (si alguna vez los hubo) lo hacen con un careto…
Ello nos hace pensar que hay que cambiar un poco la solemnidad y tristeza de un acto que al fin y al cabo todos tenemos que interpretar, aunque nadie acepte el papel de buen grado.
Por eso, hoy les traigo a estas páginas algunas costumbres, anécdotas y poemillas que desmitifican un poco, en clave de humor, esa situación a la que todos con más o menos ganas hemos de llegar.
Quiero empezar por unos versos, atribuidos erróneamente a Antonio Machado, y que Jaime Campmany en el ABC, desmiente, atribuyéndoselos a Mariano Povedano , periodista y cachondo poeta de los años de la post guerra. Dice de él, don Jaime, que" cojeaba al caminar, torcía un poco los ojos hacia la izquierda, es decir contra el Gobierno, y era bastante sordo; aunque de los sordos no hay que fiarse ya que oyen lo que quieren oír, pero era un tipo afectuoso y agradable".Dice así:
Se diga lo que se diga,
qué bonito es un entierro,
con sus caballitos blancos
y sus caballitos negros,
con su cajita de pino,
y su muertecito dentro,
con su cochero borracho
y "to" el acompañamiento.
Trincando el de la manguilla,*
trincando el Ayuntamiento,
trincando el sepulturero,
y esperando pa trincar
Hacienda a los herederos.
Se diga lo que se diga,
Qué bonito es un entierro.
*manguilla, escribiente municipal, que reinaba con absoluto poder en el cuchitril que había a la entrada de San Miguel, que llevaba el registro de fallecidos, asignaba nichos, y horas de sepelio y al que se había institucionalizado soltar una propinilla, para recibir un trato de favor. Solía llevar unos manguitos, característicos de los escribientes administrativos de la época.
Bien , no se si les habrá gustado o no, el poemilla, pero retrata casi como una imagen especular, lo que en Málaga, fue , en la primera mitad y parte de la segunda del siglo pasado, los entierros.
Eran más que un acto religioso un acto social no exento a veces de cierto recochineo macabro.
Se acostumbraba acompañar al fallecido, desde su domicilio al camposanto, que en aquellos tiempos era el cementerio de San Miguel, para el centro y zona oriental de la capital, y el de San Rafael (denominado El batatá ) para la zona occidental. Yo vivía por entonces en las Lagunillas, calle de obligado paso para muchos cortejos.
El féretro, era portado en una carroza fúnebre más o menos lujosa, según la posición económica de los deudos del muerto, tirado por dos o cuatro caballos tocados por unos enormes y vistosos penachos de plumas: blancas para el entierro de los niños y negras para los adultos.
Era digno de ver el cochero , con frac y chistera , negro como ala de cuervo y sentado muy erguido en el pescante.
Inmediatamente detrás del coche y en una o más filas que ocupaban todo el ancho de la calle, iban los dolientes y familiares más allegados del fallecido; en las filas siguientes, los amigos personales y así sucesivamente ,ordenados en grado de parentesco de amistad y de afinidad laboral, relegándose a las ultimas filas, los asistentes de puro compromiso (empleados, conocidos de los familiares, etc) y sobre todo, los que asistían para disfrutar de media jornada de asueto, porque la asistencia a los entierros, era, en esa época, como un derecho laboral.
En estas filas es donde la tristeza del momento andaba bastante relajada y no era nada de extrañar que algunos de estos asistentes, fueran un poco bebidos, pues las libaciones
en las distintas tabernas del recorrido, eran comunes y frecuente, por eso de "ahogar la pena".
El acusado contraste entre el empaque, seriedad y solemne tristeza de los componentes de la primera fila y el jolgorio y en el mejor de los casos animados charlas de los de las últimas, se veía acentuado por el intercambio de saludos entre los peatones y algunos de los acompañantes conocidos de aquellos.
Esta manera de honrar a los fallecidos, vino a dar en algunas ocasiones, con episodios bastantes chuscos. Recuerdo un par de ellos, que les paso a relatar:
Se cuenta, que en uno de estos cortejos, al iniciar la carrera de Capuchinos, no se sabe por qué causa uno de los caballos, inició un vivo trote arrastrando al otro, lo que provocó pese a los esfuerzos del cochero, que la carroza adquiriera una considerable velocidad, obligando a los dolientes y acompañamiento a salir pitando detrás de ella.
La otra configuró escenas dignas de alguno de los mejores filmes de Buñuel. El fallecido, vivía en la calle Cobertizo del Conde del malagueño barrio de la Cruz Verde. El día, amenazaba lluvia, y el cochero, prudentemente, protegió a los caballos con un hule protector, por supuesto de color negro.
Se inició el cortejo, y apenas recorrido unos trescientos metros, a la altura de La Campana de la calle Lagunillas, cayó una tromba de agua de las que eran frecuentes en estas latitudes. Decidió el cochero, parar la comitiva y puesto que los caballos estaban guarecidos con el hule y el muerto con su caja, de un salto paso del pescante a la Campana provocando la desbandada general del acompañamiento que fue a guarecerse en los portales, bares y tabernas de las cercanías.
Todos buscaron refugio, excepto los dolientes de la primera fila, que de riguroso luto y cobijados bajos sus negros paraguas, aguantaron estoicamente erguidos el afortunadamente breve chaparrón.
Otras de las rancias costumbres relacionadas con la Parca, eran los pésames. Los había de todas las formas y situaciones: en la sala de duelo, en el domicilio del difunto, en la iglesia aprovechando la misa que generalmente pasado unos días se le hacia al fallecido etc. etc.
Generalmente, se solía hacer en la sala de duelo de los cementerios, una sala habilitada para tales eventos, rectangular, con una puerta de entrada y otra de salida y una gran mesa alargada situada en el centro. Una vez inhumado el cadáver, los dolientes se situaban tras la mesa de la sala de duelos; los acompañantes, se colocaban en una ordenada y silenciosa fila e iban entrando uno a uno por una puerta y o bien daban la mano al principal doliente o a varios o bien cumplían con una leve inclinación de cabeza al pasar frente al doliente o los dolientes y salían por la otra puerta, pero todos hacían lo mismo, o bien daban la mano o inclinaban la cabeza…¿qué o quién decidía si se hacía la inclinación de cabeza, o se daba la mano a los dolientes? Este misterio, me fue aclarado ya hace tiempo por mi padre, que era , por su trabajo muy conocido en la ciudad amén de ser de Acción Católica, lo que tanto por conocimiento, como por cumplir la obra de caridad de enterrar a los muertos pocos eran los entierros que se le escapaban.
Me contó que el darle la mano a los dolientes o la inclinación de cabeza, era potestad del primero de la fila del pésame, y como todos los demás hacían lo que el de delante…
También me comentó, que conforme la fila iba pasando, el o los dolientes cada vez ponían más cara de estupor, y ello, era debido a que no conocían a la mitad de los que les daban el pésame, porque ya se sabe , la mitad eran amigos de familiares de conocidos del doliente .
Ya en tiempos más cercanos y en los tanatorios de San Gabriel (Parcemasa), me ocurrió a mi un incidente que hizo estallar en carcajadas a todos los presentes, dolientes o no. Veréis:
Fui a dar un pésame a la viuda de un familiar que a su vez era familiar mío; Yo, con mi mejor buena fe, estreché la mano de la pobre mujer, al tiempo que le expresaba mi mas sentido pésame. La señora, no cesaba de llorar, y yo de apretarle más la mano diciéndole que tuviera resignación .Así estuvimos algunos minutos, hasta que la buena mujer desesperada me grito:
_ ¡ Qué resignación ni na,¡ déjeme Vd de apretar la mano porque tengo una herida entre los dedos y me está haciendo la puñeta con el anillo dichoso…
Mas volvamos a los tiempos de Maricastañas, para hablar ahora del duelo a domicilio que era el que se hacía en el del finado, con el consiguiente pésame a su familia.
Como en el entierro, aquí, también se clasificaban los duelos con arreglo al nivel económico del palmante por lo que se estilaba el duelo de piso, y el de, corralón .
Un servidor que ha vivido ambos, puede asegurar sin asomo de duda, que el más entrañable y gratificante, era el de corralón, amén del más numeroso, porque el 80% de la población, vivía en los corralones , casa de vecinos de uno o dos pisos, en habitaciones dispuestas alrededor de un patio central, y con servicios comunes, como el agua y los sanitarios.
En estos duelos, los vecinos se volcaban en atender a los asistentes , y nunca faltaba una silla y una tacita de caldo del puchero . Los dolientes y más allegados, estaban alrededor del muerto quizás en la única habitación que disponían.
El pésame, se reducía por tanto, a una breve entrada en el cuarto donde estaba el fallecido, un socorrido:" lo siento" al familiar más cercano, e inmediatamente ocupar plaza en el patio o corredor, esperando con ilusión la inmejorable tacita de caldo, que además de entonar, era quizás el único alimento que tomaba ese día el pesimista (será participio activo de dar el pésame), debido a la "generalísima" hambruna que padecía el pueblo llano ( el pueblo de los montes, pasaba menos hambre, ellos incluso ahora ,siempre han comido mejor), y así, en amena charla, y esperando repetir otro caldito, se pasaba el tiempo volando, hasta la hora de salir a pasea con el difunto.
¡Ah. el de los pisos…Aquí era otra cosa: de entrada, no te daban ni agua y después de darle el visto bueno al muerto ,lo más probable es que te tuvieras que ir al descansillo porque todas las sillas de la casa (que eran seis) estaban ocupadas y con una lista de espera mayor que la del SAS. Además el ambiente del piso, no ayudaba mucho a la permanencia al lado del muerto, ya que el permanente siseo de las enlutadas damas, acompañadas del monótono rezo del rosario, solía poner a los más templados los nervios como escarpias .
En estas casas, la mortuoria decoración cantaba a las claras las posibilidades de los deudos, las más pudientes colgaban en el salón toda suerte de crespones y negros colgajos, y ello unido a que ventanas y cortinas estaban cerradas y corridas a pruebas de terral, vestían a la habitación mortuoria en tan oscura tristeza, que si el muerto no estuviera iluminado por los cuatro velones, caías encima de él , a menos que anduvieras un par de pasos.
La tertulia se hacía en el descansillo y la escalera del bloque, con la consiguiente alegría del portero que tenía que recoger posteriormente las colillas .
Fue sin duda uno de estos duelos, el que inspiró el poemilla que a continuación transcribo, y cuyo autor desconozco:
Con lo que más me divierto,
es contemplando a mis anchas
de cuerpo presente un muerto.
Entro en la casa, pregunto,
atravieso el corredor,
y allá en el fondo , el difunto.
Muy serio y endomingado,
con su carita de cera
y sus ojitos cerrados .
Y me acerco despacito
y cuando llego a su "lao"
le digo en un susurrito:
¡A jorobarse, compare
y si no, no haber palmao¡
¿Y el pésame?...! casi ná ¡
Voy y le digo a la viuda:
No somos nadie … ¡y ya está¡
Que nadie niegue que es cierto
que se mola contemplando
de cuerpo presente un muerto.
¡ Qué diferencia con los duelos y entierros de hoy en día¡
Para empezar, en sus casa sólo se mueren los despistados que olvidan que para diñarlas de un modo seguro, rápido y silencioso, está el Servicio de Salud .
Si se te muere alguien en el hospital, y no andas al aliquindoi, de seguro que pierdes el muerto, ya que a poco que tardes en ir a por el, ya te lo han facturado para Parcemasa y allí, con suerte te dicen que está en la sala X y cuando llegas , lo único que ves es una caja de muerto tras un cristal, pero…¿estás seguro de que el muerto que hay dentro, es el tuyo?…
Pero es más , aunque no pierdas de vista tu muerto desde el traslado del centro hospitalario al Camposanto ,allí , ya te puedes despedir de él, pues se lo llevan al Centro de Control, y allí… ¡vete tu a saber! .
Se ha perdido la calidez del pésame y acompañamiento ,ya no hay caldillo, y cuando vas a dar un pésame, el familiar de turno, se explaya contándote con pelos y señales el progreso de la enfermedad que le ha provocado la muerte…!cómo si tú fueras el forense¡.
Si te unes a un corrillo para charlar, parece que te están esperando porque a los pocos minutos, surge la inevitable pregunta ¿Vamos a tomar un café?.Lo más probable es que toque pagar el de 4 o5, porque ellos ya han pagado los anteriores que se han tomado y tú no estabas .
Ahora la inefable duda es la siguiente:¿Qué hacemos con el muerto; enterrarlo o incinerarlo?
En las funerarias, cuando te hacen la consabida pregunta, tú por pudor, nunca preguntas qué método es el más barato. Aunque no todo el mundo es igual de pudoroso; yo se de uno al que al ofrecerle ambas opciones, contestó con un vehemente : ¡me da igual, …con tal de que no resucite¡ .
En esto, hay diversidad de opiniones, hay quién prefiere el método tradicional y así todos los primeros de Noviembre, portando un nauseabundo ramos de crisantemos ,colapsa las entradas y salidas de los cementerios .Y está el progresista, que además de ahorrarse una pasta gansa, ya que a todas luces es más barato la incineración que el enterramiento, opta por quemar al ser más o menos querido, y así, al cabo de un par de
días, le entregan en un ánfora inequívocamente funeraria, por lo fea que es entre otras cosas, las cenizas de su muerto. Empieza en este momento la aventura de donde depositar lo que del muerto queda, y para los que no han comprado columbario ( ¿tendrá esto algo que ver con las palomas ,que en latín es columba ? ) queda la más económica opción del aventar las cenizas en el campo el mar o los ríos.
En el campo, por ahora, no hay problemas de aventar al muerto.
En los ríos, los Ayuntamientos están empezando a poner pegas por eso de la contaminación por que ya se sabe que las cenizas de los muertos, contaminan una barbaridad, y los peces no digieren con facilidad los restos de un señor, al que no han conocido de nada ni para nada.
En el mar aún no hay nada legislado que lo impida, no obstante hay que tener unas ligeras nociones de náutica para aventar las cenizas con cierta seguridad; me explico:
Si el viento arrecia, por poco que sea, hay que situarse siempre a barlovento, es decir en la parte de donde viene el viento, para que este ayude a zambullirse al muerto sin dificultad. Si te sitúas a sotavento, se te desparrama el muerto por todo el paseo marítimo lo que supone que será eternamente pisoteado por los miles de fanáticos del footing .
Se me viene , en este punto a la memoria, lo que me contó un entrañable amigo mío, que por ser buena gente, se encargó de arrojar las cenizas de su suegrastra (madrastra de su esposa) al mar.
La tal señora, no destacó por el cariño que tuvo en vida a sus hijastros, por lo que cuando las diñó, todos en pago a tal afecto, pasaron olímpicamente de ella .El buen corazón de mi amigo, le impelió a arrojar , no sé si por deseo de la muerta o por común acuerdo de los deudos , las cenizas al mar.
Se situó mi amigo a sotavento. Destapó la urna y sin ni siquiera intentar aventar las cenizas, un golpe de viento se las derramó encima .Quedó anonadado mi colega, ante tal punto, que a pesar de su comedimiento, no pudo dejar de exclamar:
¡Qué asco, con lo mala que era, y se me echa encima¡.
Cierro este tema, con el convencimiento de que queda aún mucha tela por cortar, pero el espacio y el tiempo, me obligan a dar carpetazo a tan macabro y mortuorio asunto, no sin antes indicar a los lectores que quieran profundizar en el tema la siguiente bibliografía:
Para el SAS, nadie es inmortal .-Dr.Juan Carnicero. -Editorial Pacuervo.
Medio muerto nada más .- J.J Boniato . -Editorial Ceniza
No hay muerto que valga un chavo .-J.A.Sepulcro -Edt.Malaespina
Memorias del otro barrio .-Luis Mortes -Edt.-Samuerto
La muerte muerta .-J-J Boniato .-Edt.-Ceniza
Nota Final.-Si algunos de los hipotéticos lectores, quiere aportar alguna anécdota o vivencias (este no es el sitio apropiado, pero…en fin) recuerdos o lo que le venga en gana relativo al tema, lo puede poner en el apartado "Comentarios" o contactar conmigo via E-.Mail, a :
anferin@gmail.com


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Joder, tio, tu lo eres es un pitejo

Anónimo dijo...

Al hilo de lo que el autor relata sobre encontrarse al difunto en el tanatorio (ya acoplado) y no saber si el muerto es el tuyo u otro, recuerdo una anécdota de esas que no puedes evitar reirte a pesar de lo dramático del momento.
Estábamos en la iglesia en Parcemasa esperando que empezara el funeral de un amigo muy querido. Este tenía un sobrino sacerdote que iba a oficiar la misa concelebrando con otro sacerdote.
La hermana del finado se lanzó sobre el ataúd gritando: "Que lástima de mi hermano, que lástima de mi hermano..."
El hijo le decía susurrando: "Mamá por favor, mamá por favor, mamaaaaaá"
Y como ella no dejaba de hacerlo el otro cura le dijo: "Señora, que ese no es su hermano que es el del funeral anterior que todavía no lo han retirado..." La risa fue debido a la cara que puso dicha señora, todo un poema.