domingo, 1 de noviembre de 2009

EN EL HOSPITAL


 

Desde mi habitación 413 del pabellón A del hospital regional de Carlos de Haya, mi ventana enmarca sobre un mosaico de variopintos tejados con antenas y sobre un fondo de limpio cielo azul, tres de los más emblemáticos montes del anfiteatro natural que circunda Málaga: el Poco Pan, el cerro del Viento, y el monte de San Antón.

Los tres junto con otros más los he subido infinidad de veces. He olido sus lavandas tomillos y jaras, y más de una vez, me he visto sorprendido en los corta fuegos por la veloz y zigzagueante carrera de una liebre o vislumbrado la fugaz escapada del zorro entre la umbría de los frondosos pinares. Se me ha otorgado el placer de degustar los madroños en sazón por Octubre, junto con las bellotas de encinas y alcornoques, y he conseguido extraer las suaves y granuladas viejas de los palmitos y chupar sus fibrosas uvas pasas. El agua de cualquier regato resistiéndose a secarse en primavera, me ha saciado mejor que la cerveza más fría…

Ahora, tumbado panza arriba, sobre estas sábanas que son como una continuación de mi espalda brazos y piernas, a solas con mi dolor y el de A. López, mi vecino de habitación que no se recata en repetirme a cada instante que está hasta los c…de cama y que lo que quiere es irse a la Residencia de El Palo (él la llama urgencia) aunque no pueda mantener erguido ni dos segundos su esquelético cuerpo, sólo se me da la oportunidad de contemplar ese trozo de los montes de Málaga a través del cuadrado cicatero de la ventana, y que por más inri, está al lado de mi vecino, de modo que tengo que pasar mi vista por encima de su gandhiana figura, lo que hace que al momento me espete con un desabrido:

-Tú que miras.

-No te miro a ti, miro los montes.

-¿Qué montes?

-Los que se ven al fondo… a lo lejos.

-Esos no son montes, son chaparros.

-Bueno , pues los chaparros.

-¿No ve…? ¡Anda y cállate ya, chivato! Yo lo que quiero es irme a la urgencia del Palo.

Hay que hacer notar, que el apelativo de chivato, me lo he ganado a pulso, me explico:

A.López, es como yo, un anciano. Físicamente hecho un asco y mentalmente bastante limitado. No tiene ningún pariente vivo, que él sepa ,

y si lo tiene es como si no lo tuviera; en los días que he convivido con él, no ha recibido ninguna visita, ni siquiera de los responsables de la residencia donde vive. La dependencia que ha tenido del personal de planta, ha sido total, de modo que ha tenido que usar el timbre de llamada con bastante frecuencia; y ahora viene el meollo del asunto, cada vez que llamaba , venía el personal de servicio a ver que queríamos, y como mi cama era la más cercana a la puerta, yo invariablemente señalaba a Antonio indicando :

-Ha sido ese.

-No ve… ¡ no es chivato¡ -Era la inmediata respuesta de Antonio antes de indicar el problema que tenia.

Su malhumor , era de dominio público en toda la planta. Alternaba episodios de resignación cristiana por su enfermedad, con otros de infantil desesperación .Llevaba bastante tiempo encamado por una operación de cadera, con fractura múltiple, que le obligaba a tener una férula o bota de plástico para la completa inmovilización de la pierna, lo que le producía más molestias que la misma fractura.

Yo le veía tan desvalido, que le llegué a tomar aprecio, a pesar de sus salidas intempestivas, fruto de la amargura que lo embargaba. Disfrutaba con mis visitas, más que yo , aunque en honor de la verdad no intervenía para nada en las conversaciones. Yo, le sabía oyendo todo lo que se decía,

pero como ya he dicho, sin intervenir; más que por prudencia creo que por no interesarle prácticamente ningún tema de los que se trataban. A lo sumo, cuando se comentaba el tema gastronómico, sentenciaba con la máxima siguiente:

-Lo mejó pa come son las gachas picantes con un vaso vino.

Otra de sus magistrales intervenciones era cuando yo explicaba a la visita de turno cómo había sido la operación que generalmente se hace con epidural, y al comentar como introducen la prótesis en el hueco de la cadera, Antonio , con el consiguiente sobresalto de la visita que lo tenía por dormido gritaba:

-¡pom, pom, pom!

Efectivamente , la introducción de la cabeza del fémur, se hace a base de tres certeros y secos golpes de martillo, que el paciente, oye nítidamente.

Su edad, podrá oscilar entre los setenta y seis a setenta y ocho pues según él, para la guerra debía de andar entre tres o cuatro añillos; pero aún así, le seguían llamando la atención las mujeres, pues era a las únicas que solía

saludar a aunque a destiempo y extendiendo simplemente la mano.

Cuando las visitas se marchaban yo le solía preguntar :

-Antonio:¿Cuántas personas han venido?

-No ve este… ¡yo que se¡

-¿Y mujeres? Cuantas…

-A lo menos …cinco ¡ y buenas mozas¡

-.Pues me debes diez euros, que para eso era mi visita y tú te has aprovechado de ello, -le solía comentar yo para hacerle de rabiar.

-No ve este…! te voy a dar una mierda, chivato¡.

No es ningún secreto los descomunales ronquidos que yo profiero al dormir, pues bien a todo el que llegaba le hacíamos que preguntara a Antonio que tal había dormido él , ya que su respuesta era espectacular;

Me señalaba con un huesudo y largo dedo y bramaba:

-grrrrrr, grrrrrr, grrrrrr.

El día 27 le comuniqué que me iban a dar el alta, al tiempo que empecé a usar el carrito andador; si llego a saber cómo se lo iba a tomar, no le digo nada; estuvo todo el día bufando con el carrito y el alta; parecía que se había apoderado de él una envidia al ver mi progreso y su estancamiento.

Pero una de las veces que me fui a levantar , viendo el esfuerzo con que lo hacía, me gritó:

-Ten cudiao…te vas a cae…tanto carrito… tanto carrito.

Al día siguiente, un vendaval de altas sacudió la planta cuarta, y en ellas fuimos incluidos Antonio y yo. Lo mío, vino a ser una ratificación de lo que ya esperaba pero lo de Antonio fue una verdadera sorpresa. Su mente no podía digerir que sin pedirlo, le dieran lo que tanto y tantas veces había pedido. Tuve que explicarle que vendrían con una ambulancia para llevarlo al Palo; que vendrían a partir de las tres y que esa noche ya dormiría en la Residencia (urgencia para él). Fue la única vez que me miró a la cara con los ojos completamente abiertos y en ellos pude ver un inmenso pozo de soledad y penas, y al tiempo que me asía la muñeca me preguntaba por enésima vez:

-Me llevarán a urgencias, ¿no?...Entonces…¿yo también me voy? A la urgencia ¿verdad? Es en El Palo ¿eh?... ¿no ve? …!vete ya, chivato!


 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy enternecedor.Me gusta tu positivismo